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DESCARGAR EL ODIO AL MODO COBARDE

Seguimos necesitando, como personas, grupos y sociedades, de una pedagogía de la indignación como apuesta por la construcción colectiva.

Entendemos que odies.

Pensamos que el odio (y su otra cara, el miedo) son dos de las emociones más potentes, más manipulables y de las que más fácilmente entran en espiral viciosa. Tiene el odio un componente básico de aversión, de rechazo, de desprecio incluso… pero posee también una faceta visible de ira que es, finalmente, cuando ésta se acumula, la que estalla.

No hay emociones negativas. Las hay que generan bienestar o malestar, pero todas tienen (y han tenido) una función evolutiva. Es natural que se sienta aversión y rechazo frente a todo lo que nos amenaza o nos hace daño o, simplemente, nos dificulta. Y es positivo que este rechazo se traduzca en indignación y rabia frente a personas, grupos o, preferiblemente, situaciones que nos dañan o niegan. Sin esos sentimientos no nos sentiríamos inducidos a una acción transformadora.

¿A dónde te lleva tu odio?

Hay, según creemos, dos caminos posibles claramente diferenciados. Por un lado, el complejo aversión-ira realimentándose en espiral y desembocando en conductas contrarias a la ética y la racionalidad y, por otro lado, el rechazo-indignación que induce y, potencialmente, produce una acción transformadora, ética y racionalmente ajustada.

La ira -como el miedo, con el que convive e intercambia- es la reacción ante una situación o acción que se supone -o percibe- como peligrosa o muy peligrosa. Así que ese complejo aversión-ira entra en espiral y, luego de “autocegarse”, conduce a la persona, o al grupo, a una explosión llamativa cuyo potencial destructivo se decide ignorar. La ventana por la que pueden verse o adivinarse las consecuencias de los actos se cierra.

Podemos entender la dificultad para optar por este segundo camino, la del rechazo-indignación que induce a la acción transformadora. Haría falta, entre otras cosas, una madurez o, al menos, una alfabetización emocional de la que desgraciadamente carecemos. Seguimos necesitando, como personas, grupos y sociedades, de una pedagogía de la indignación como apuesta por la construcción colectiva.

¿Contra quién o qué dirigirlo?

Lo que nos entristece es que ese odio, esa potencial indignación, no se dirija contra las verdaderas causas de una vida indigna y frustrante. Cómo no entender que muchas personas, probablemente una mayoría inmensa, estén hartas de unas condiciones de vida y de trabajo terriblemente denigrantes. Cómo no entender que esto sea una continua e inmensa fábrica de rechazo, indignación y rabia.

Sabemos que a muchas personas pueden afectarles causas y razones más cercanas, aunque sean, teóricamente, “menores” o menos significativas, pero creemos que en el fondo de muchas de esas insatisfacciones está la frustración ante la mercantilización que envuelve la vida. No solo como tiempo de trabajo vendido para la “producción” y sus requerimientos, o como tiempo disponible para el consumo, sino, cada vez en mayor medida, también como “tiempo de construcción de uno mismo conforme a las exigencias del mercado”, creación de un “modo de ser sometido a las normas mercantiles” (Baschet, 2015) (Soler y Delgado, 2018). Ésta es la gota persistente que va llenando el vaso.

Los precipitantes, las gotas finales que colman el vaso, pueden ser muy variados, aunque casi siempre tengan que ver con la diversidad externamente identificable (salirse de la «normalidad» hacia otras maneras de actuar, expresarse, presentarse…) y con la necesidad de quienes están ya abajo de sentirse por encima de quienes aún están más abajo.

¿Por qué vertemos el odio hacia falsos culpables?

Para entender ese verter el odio hacia los falsos culpables de una vida no cuidada hay que echar mano de dos factores, uno secundario, la herencia “fascista”, la herencia autoritaria, y otro principal, la manipulación omnipresente y casi omnipotente.

El primero es consecuencia de una transición sin claridad, sin pedagogía, sin valentía. Intentar tapar una profunda y purulenta herida sin limpiar, sin cauterizar, sin desinfectar, confiando en que el tiempo, sólo el tiempo, la cure, no ha sido ni será nunca una buena opción. Y no era la única opción. Así que ha sobrevivido, latente, pero ahora envalentonada por la complicidad y la dejadez, una cultura posfascista, que no se traduce necesariamente en alguna forma de afiliación, aunque también, sino en valores, actitudes y conductas violentas. Lo que se ha mamado y no se ha curado reaparece a la menor oportunidad.

Pero el factor más terrible, creemos, es el segundo: esa manipulación tan poderosa que ha pasado a constituir el aire que respiramos. Tenemos a veces la sensación de que estamos ya viviendo en una serie distópica. Cada acto manipulador prepara el terreno de la manipulación siguiente. De modo que la manipulación es ya un conjunto de instituciones formales e informales que cubren el conjunto de la vida social, de los grandes y de los pequeños grupos, de las relaciones sociales y de las interpersonales, de la influencia, de la pertenencia, de la proximidad y de la intimidad. Nos hemos habituado tanto a la manipulación que ya no la vemos y, cuando la vemos, no nos produce ninguna reacción. La manipulación se ha convertido ya en un elemento esencial y básico de nuestra “cultura”.

¿Tu odio… es tuyo?

No es nada difícil entender la necesidad de la minoría prestigiada, privilegiada y dominante de una estrategia de manipulación. Es la jugada maestra del sistema, alimentar el odio y desviarlo hacia víctimas propiciatorias. Ocultan su propia culpabilidad, su enriquecimiento ilimitado con las crisis de las mayorías, su protagonismo indiscutible en convertir nuestras vidas en vidas de mierda, todas, aunque no todas en la misma medida, ni mucho menos, y dan salida -guerras entre pobres, enfadarte con quien puedes, no con quien quieres…- a la necesidad de descompresión de la olla cuyo fuego alimentan.

Nos repugna enormemente la desviación del odio hacia las agresiones de todo tipo a falsos culpables, cuyo único delito (si es que quieren llamarlo, calificarlo así) es generalmente la diversidad y la marginalidad. Nos repugna enormemente esa impunidad con la que sistemáticamente se contamina, ensucia y satura cualquier debate, cualquier análisis… con insultos, vómitos y defecaciones varias. Nos repugna enormemente la cobardía que se hace pasar por valentía y que deja en quien agrede una sensación tan falsa como ridícula de poder y de valor.

¿Qué hacer como Organizaciones y Movimientos Sociales?

No queremos, como organizaciones y movimientos sociales, ser cómplices activos de esta cultura de la manipulación. No queremos hacer uso de la simplificación, de las exageraciones, utilizar sus estrategias y tácticas manipuladoras.

Queremos optar por el camino de la sinceridad, de la sencillez. Elegir desmontar la lógica jerárquica, como bien apunta Marta Pascual. Necesitamos identificar, analizar colectivamente los discursos autoritarios, queremos hacerlo también poniendo en valor prácticas comunitarias en Extremadura de justicia social y discursos emancipadores. Necesitamos cooperar y elaborar estrategias colectivas. Necesitamos comprometernos con una pedagogía de la indignación como apuesta por la esperanza.

Con el Proyecto “Por un ODIO me entra y por otro… Nos Salimos”, financiado por la AEXCID, nos comprometemos a trabajar en ello.

CONTINUARÁ…

 

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